Retrato de joven en vestido azul, Francia, finales del siglo XVIII Pintura al óleo sobre lienzo; medidas: Ancho 78, alto 85 cm, profundidad 8 cm Solo lienzo 54 cm, alto 64 cm Precio: negociación reservada Objeto acompañado de nuestro certificado de autenticidad Este refinado retrato femenino, realizado en la Francia de los últimos decenios del siglo XVIII, representa a una joven elegantemente vestida según la moda de la época, caracterizada por vestidos de seda en tonos vivos, corpiños ceñidos y escotes embellecidos con encajes. La amplitud del peinado, sostenida por rellenos y cintas, refleja el estilo entonces en boga entre la élite parisina, en años en los que la elegancia se convertía en una declaración social tanto como estética. La figura se representa con un modelado luminoso y suave, típico del retrato francés pre-revolucionario. El cuidado con el que se tratan los reflejos de la tela azul, la representación aterciopelada de la tez y la sobria intensidad de la expresión revelan la mano de un artista perfectamente insertado en la cultura pictórica del tiempo. Estos elementos acercan la obra al lenguaje de Adélaïde Labille-Guiard, una de las retratistas francesas más importantes del siglo XVIII, o a su ámbito directo: alumnas, colaboradores o pintores que siguieron su modelo estilístico. Labille-Guiard, figura central en el París artístico del Antiguo Régimen, fue una de las pocas mujeres admitidas en la Académie Royale de Peinture et de Sculpture en 1783. Célebre por la fineza psicológica de sus retratos y por la habilidad en representar tejidos, encajes y superficies preciosas, se distinguió también por su compromiso en la educación artística femenina. Su taller y su círculo atrajeron a numerosos alumnos, sobre todo jóvenes retratistas que encontraron en ella no solo un modelo estilístico, sino también una figura guía en un ambiente prevalentemente dominado por los hombres. El presente retrato, con su equilibrio entre elegancia aristocrática y naturalidad, refleja perfectamente el clima cultural del París tardo-setecentista: un mundo refinado y mundano, suspendido a las puertas de las transformaciones revolucionarias. La atmósfera íntima, la iluminación tenue con el fondo oscuro y la calidad ejecutiva colocan esta obra en la línea de la gran tradición del retrato francés. El marco coetáneo en madera finamente esculpida y dorada exalta ulteriormente la calidad de la pintura confirmando su decoratividad y la complacencia.

Época: Segunda mitad del siglo XVIII

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